Sueños, cuando hablamos de sueños, hablamos de
sentimientos, de expresiones ocultas de lo que sentimos dentro, de sensaciones,
siempre de aspectos de nuestra vida tan difíciles de compilar, de examinar o de
simplemente reducir a cifras.
Pero es lo que nos da vida, esa parte no tangible de nuestra
realidad, la que nos hace ser como somos, las que nos da la autenticidad y esa
cualidad de ser únicos en la naturaleza.
Nuestra mente es capaz de pensar, de reflexionar, de
vacilar, y sobre todo de soñar. La mayoría de las veces lo hacemos mientras dormimos, eso
en el sentido estricto de la palabra, pero en la inmensidad de las veces lo hacemos mientras estamos plenamente
conscientes de la realidad, de esa realidad que tanto nos gustaría cambiar o
modificar, y amoldar a nuestros patrones, para que en definitiva fuera o se
pareciera a lo que imaginamos o soñamos.
Pocas veces los sueños se convierten en realidad, pocas
veces conseguimos tocar el techo tan alto que nos hemos fijado. Pero cuando
esto sucede, en realidad nos quedamos un poco desilusionados, pues al final no
era todo como lo imaginábamos.
Aunque se suele decir que la realidad siempre
supera a la ficción, esto no creo que sea cierto, los sueños son tan diferentes
a nuestra realidad que cuando se hacen palpables no son como los habíamos
impreso en nuestra mente.
Pero lo mejor de todo, es que incluso cuando más decaídos estamos,
cuando menos ilusiones nos hacen las cosas, hasta en esos momentos, no dejamos
de soñar, porque en realidad seguímos en el fondo ansiando salir de nuestra
debacle.
Por eso y por tantas otras cosas, es tan bonito soñar,
que no quiero dejar de hacerlo nunca.